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Eyaculación precoz y falta de deseo en el hombre

Eyaculación precoz y falta de deseo en el hombre

La eyaculación precoz también es denominada insatisfacción con el tiempo de eyaculación por la subjetividad del tiempo que ha de durar la misma. De hecho no existe disfunción sexual si la propia persona o la pareja/s (si la hubiera) no manifiestan insatisfacción sexual. Pueden haber relaciones sexuales sin penetración (incluso sin la intervención de los genitales) en las que quienes participan obtienen plena satisfacción.

De hecho, la insatisfacción con el tiempo de eyaculación es una disfunción relativamente reciente. En el Informe Kinsey sobre el “Comportamiento Sexual del hombre” (1948)  se afirmaba que el 75% de los hombres eyaculaban  en un intervalo de tiempo de 2 minutos (muchos antes de 20 segundos). En la publicación “Comportamiento sexual de la mujer” (1953) ellas aún no manifestaban preocupación por el tiempo de la eyaculación. Sin embargo, en el famoso Informe de Shere Hite (1976) las estadísticas sí demostraban que las mujeres alcanzan el orgasmo mayoritariamente con la estimulación del clítoris. Y más allá, como establece el ciclo de respuesta sexual establecido por Basson, parece que ellas necesitan una mayor intimidad para llegar al clímax, lo que implica una serie de contactos y juegos (que también son parte de la sexualidad), que van mucho más allá de la penetración.

Causas de la eyaculación precoz

La eyaculación precoz puede deberse a causas biológicas, psicológicas o educacionales/culturales.
Las primeras que deben descartarse son las físicas, si bien son las menos frecuentes. Para conocer si se debe a este tipo de causas biológicas, es importante saber si la disfunción es primaria o secundaria, es decir, si se ha producido desde siempre, o se debe a una causa concreta (si es con todas las parejas sexuales o con una en concreto, si se da también a solas, con la masturbación). También es importante determinar si se producen dificultades para la erección (disfunción eréctil). El consumo de ciertos medicamentos como los anti-depresivos, las depresiones en sí, el estrés, enfermedades como la diabetes, el colesterol o la obesidad mórbida,  la propia edad, problemas con la próstata o desequilibrios hormonales (testosterona baja o prolactina alta) pueden ser las causantes. En estos casos lo mejor es acudir a profesionales médicos y mantener hábitos saludables (ejercicio, dieta sana, nada de alcohol, tabaco, etc.). La ayuda de medicación debería ser sólo temporal, ya que facilita mayor riego sanguíneo al pene (aporte de óxico nítrico) pero puede tener efectos secundarios y a largo plazo es mejor que esté supervisada también por profesionales.

Las causas más habituales son las psicológicas. Se piensa que los hombres tienen que tener siempre ganas, “dar la talla”. Esto produce que entren en un rol de espectadores de su propio cuerpo, desconectándose del verdadero placer, obsesionándose con la duración de la erección. En consulta algunos hombres describen su papel como “ponerse el mono de trabajo”. La parte del sistema nervioso y del cerebro que activa el miedo (la “simpática”) bloquea la encargada de la respuesta sexual (la “parasimpática”). Puede que ocurra sólo una vez. Pero normalmente las mujeres frente a los fallos de su compañero se sienten “poco deseadas”. Si realizan alguna crítica él tendrá aún más ansiedad frente al desempeño. Podrá llegar incluso a evitar el contacto, pensando que la penetración es lo más importante. Y todo esto se convertirá en un círculo que desembocará en la falta de deseo.

La solución para las causas psicológicas en estos casos es la terapia sexual y la terapia de pareja. A menudo se suele trabajar con ambas partes para “prohibir” durante algún tiempo las relaciones sexuales y así (además de avivar el deseo), poder reaprenderlas desde otro prisma. Es lo que se llama el placereado o focalización sensorial. Se enseña a erotizar otro tipo de prácticas e incluso fantasías que excluyen los genitales. Se disfruta de un paseo menos “finalista”. Desde las miradas, los besos, las caricias, los masajes y todo aquello que se evitó por miedo a que la eyaculación llegara más rápido. Progresivamente se van incluyendo otras partes del cuerpo, pero siempre enseñando que en el placer de ambos, hombres y mujeres, lo más importante no es el coito, con lo que disminuye la ansiedad. También se suelen incluir técnicas de comunicación y relajación y trabajar con la pareja femenina (si la hubiera).

Por último, están las causas educacionales y culturales. Desde la represión porque el sexo está mal (y otros mensajes negativos inconscientes) hasta el miedo a provocar un embarazo. Muy relacionadas con los roles de género,  estas causas tienen que ver con asumir un papel sólo porque la sociedad lo diga (miedo al fracaso, miedo al compromiso, miedo a la entrega, al placer, a la disfunción en sí). En estos casos la solución también pasa por una terapia, en ocasiones de grupo, para el análisis y reflexión sobre esos valores y actitudes interiorizados sobre la idea predominante de “masculinidad” hegemónica. 

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